El territorio de Chiapas estuvo poblado desde la antigüedad por diferentes grupos étnicos, estudios han demostrado que los pueblos de las familias lingüísticas mixe-zoqueana y mayence, tienen más de cuatro mil años de vecindad en la región. Parece ser también que los pueblos olmecoides ocupan cuando menos, todas las partes cálidas del estado de Chiapas. Estás culturas florecieron hasta 1524, cuando ocurrió la llegada de los españoles y la conquista. Afortunadamente la identidad cultural de Chiapas sobrevivió a esta intervención y hasta el día de hoy tiene descendientes directos en sus comunidades, donde día con día mantienen con vida su antiguo legado. A continuación te hablamos sobre 3 experiencias que te permitirán conocer más y conectar con estás culturas vivas.
1.- Selva Lacandona
La Selva Lacandona se encuentra escondida al sureste de Chiapas, recorrerla hasta sus profundidades significa renunciar al internet, pero ofrece a cambio recuerdos insuperables. Pasar aquí una noche te permitirá escuchar los arrullos de la selva muy cerca de tu cama, navegar en lagunas de una belleza que parece una ilusión óptica y observar guacamayas en libertad. La Selva Lacandona está dividida en varias áreas naturales protegidas como las Reservas de la Biósfera Lacantún y Montes Azules, comunidades como Lacanjá Chansayab y Nahá, zonas arqueológicas como Bonampak y Yaxchilán, por mencionar algunas.
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Este no es un proyecto de turismo usual, aquí las tierras han sido cuidadas por los habitantes Lacandones, una etnia de origen maya que poco a poco han ido teniendo mayor apertura a visitas a partir de los años 40 's del siglo pasado, cuando el lugar fue descubierto; aunque no como un turismo masivo, sino de manera ordenada, ya que lo principal es cuidar de esta Área Natural Protegida. Realiza junto a ellos expediciones que pueden ser desde unas horas, hasta un par de días. hacia las zonas arqueológicas cercanas, ríos y demás secretos que esconde está selva.
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2.- San Juan Chamula
Está comunidad tsotsil se encuentra localizada a 10 km de San Cristóbal de las Casas, pero adentrarte en ella te hará viajar mucho más lejos, a un universo diferente, donde la esencia del mundo prehispánico ha sobrevivido. Chamo′ es el nombre tsotsil de Chamula que literalmente quiere decir "murió el agua", nombre que es respaldado por la tradición oral que dice que en el lugar era un lago y que el gran San Juan lo secó, volviéndolo habitable.
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Algo muy importante al visitar este lugar es ser muy respetuoso, a los visitantes les está prohibido tomar fotografías y comportarse de manera inconveniente. En la gran plaza del pueblo tienen lugar los eventos más importantes, al fondo de la plaza está el templo, una iglesia sobria, con un gran portón que sólo se abre por completo en la fiesta de San Juan. Todo está vigilado por los "mayoles" o policías, que portan un "chuck". El acceso al interior de la iglesia está regulado y se debe pagar una cuota para entrar. El recinto, sólo iluminado por velas, tiene un aire misterioso que se refuerza con el perfume del copal y de la mirra. Convivir con esta cultura milenaria es un privilegio que hace reflexionar profundamente acerca de la conveniencia de respetar la diversidad de los grupos humanos que pueblan el mundo.
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3.- Zinacantán
Antes de la llegada de los españoles, la etnia zinacanteca abarcaba los actuales municipios de Zinacantán, San Cristóbal de las Casas, Acala y San Lucas. Los antiguos zinacantecos estaban establecidos en su mayoría en la parte montañosa y fría de la zona, desde donde se desplazaban para sembrar y cultivar en las zonas más bajas. Este pueblo se ha caracterizado por su diplomacia y habilidad para negociar. Cuando llegaron los españoles les permitieron asentarse en el valle para fundar la ciudad que hoy es San Cristóbal de las Casas, con tal de obtener de los conquistadores apoyo contra sus enemigos vecinos, es decir, no hubo oposición a la conquista por parte de este pueblo sino una negociación sacando ventaja a su favor.
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En Zinacantán se puede caminar entre las calles y ser invitado por una familia a tomar algún alimento en la cocina de sus humildes casas. Ofrecen chorizo, queso, frijoles, tortillas recién hechas por sus mujeres, café y la embriagante bebida llamada posh. Mientras se come, se puede apreciar la forma en que sus mujeres tejen en los tradicionales telares de cintura y comprar manteles, manteletas, gorros y suéteres de lana.
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